Una ciudad milenaria y poliédrica
La València del siglo XXI, que se proyecta con una imagen moderna y potente hacia el futuro, e ilumina un presente en el que hitos como la Ciutat de les Arts i les Ciències la distinguen, es poliédrica. Y en esa realidad multicultural y polifacética mucho tienen que ver las huellas indelebles de sus más de 2150 años de existencia. Los vestigios de los diversos imperios dominantes que la forjaron en los tres últimos milenios constituyen un poso que marca carácter y que la hacen, si cabe, más atractiva. Recorrer su historia es importante para poner en valor restos arqueológicos, manifestaciones artísticas, edificios civiles y religiosos, pero también usos y costumbres que nos rodean cuando decidimos adentrarnos en su realidad cotidiana. Recordar su pasado se hace imprescindible para entender la urbe que hoy podemos disfrutar.
La Valentia romana (año 138 a. C.)
El cónsul Décimo Junio Bruto recompensó a sus legionarios, veteranos de las guerras lusitanas contra Viriato, con unas tierras fértiles junto al Mare Nostrum en pago a su coraje y años de servicio. Así, en el año 138 antes de Cristo, nace Valentia.
Los primeros pobladores levantaron un recinto fortificado (oppidum) en uno de los meandros del Turia que formaba una isla fluvial, cerca de la Vía Augusta. Con esta decisión optaron por una tendencia que se ha ido repitiendo a lo largo de la historia: València siempre se ha vertebrado en torno a su río. Al inicio, este portaba caudal. Hoy en día, ha sustituido el agua por vegetación y se ha convertido en el pulmón verde que atraviesa de oeste a este la ciudad.
No le dio al asentamiento tiempo a prosperar demasiado, ya que en el año 75 a. de C. es arrasado durante las guerras Sertorianas, y cae en el olvido. Tan sólo permanecerá en pie el templo-sanatorio dedicado al culto a Esculapio, dios de la medicina de origen griego.
Renacer como el ave fénix (siglo II d. C.)
La resurrección de la ciudad llegará a finales del mandato de Octavio Augusto, iniciando un periodo de prosperidad que llevará a Valentia, durante el siglo II d. de C., a poseer importantes edificios públicos, como un circo de grandes dimensiones y con capacidad para 10.000 espectadores del que aún se puede contemplar una sección de su muro central (spina) en el cementerio medieval de la iglesia de San Juan del Hospital. La urbs notissima se construye en torno al foro, centro de poder, y el cruce de dos ejes principales, el cardus maximus (norte-sur) y el decumanus maximus (este-oeste), que coinciden con lo que hoy son las calles Salvador-Almoina y Caballeros. De todo ello queda constancia en el centro arqueológico de L’Almoina, un auténtico kilómetro 0 de la ciudad.
En plena decadencia del Imperio Romano llegó la aceptación del cristianismo y, más tarde, la dominación visigoda que supuso un periodo de transición y oscurantismo. De su paso por València nos queda el testimonio de la Cripta Arqueológica de la cárcel de San Vicente, donde pueden contemplarse interesantes restos arquitectónicos.
La Balansiya árabe (siglo VIII)
A principios del siglo VIII llega la dominación musulmana a la península ibérica y València no es una excepción. El nuevo imperio dominante tomará posesión de la ciudad en el año 714 de manera incruenta, gracias a un pacto de entrega que permitió la coexistencia pacífica de los antiguos moradores con los recién llegados del norte de África. La Valentia romana deja paso así a Balansiya. La cultura imperante traerá a la urbe prosperidad y conocimiento durante los siguientes 500 años, y un claro ejemplo de todo ello es el actual sistema de canalización de aguas alimentado por acequias y el Tribunal de las aguas, que aún dirime las disputas entre regantes.
En el año 1021 sube al trono Abd al Aziz, considerado el primer soberano de la Taifa de Balansiya, iniciando un largo reinado de más de 40 años en el que se edificará un nuevo recinto amurallado. Permanecerá intacto hasta la construcción del baluarte medieval. Pocas décadas después entra en la historia de la ciudad un nombre mítico, el de Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido como El Cid, quien llegará a tomar Balansiya y adueñarse de la misma. Tras un corto periodo, pronto regresa el dominio árabe. El poder pasa de manos de los almorávides a la de los almohades, aunque el declive es ya inevitable.
Conquista de Jaume I (siglo XIII-XIV)
Hasta que el 9 de octubre de 1238 entran las huestes vencedoras de Jaume I el Conqueridor, de la Casa de Aragón. El monarca otorgará a la villa una ley, el Costum, que consagra los derechos de sus habitantes, ley que años después se extenderá a todo el Reino de València con la denominación de Furs (fueros). La mezquita mayor, que se había erigido sobre los restos de un antiguos templo romano, a su vez reconvertido en catedral visigoda, fue consagrada como iglesia cristiana, hasta que en 1262 se pone la primera piedra de la actual Catedral. Así, la estructura diseñada hace más de dos mil años por aquellos primeros legionarios, veteranos guerreros reconvertidos en constructores, marcará la ubicación del centro de poder civil y religioso, que ha permanecido inalterable a lo largo de los tiempos.
El siglo XIV trajo peste y epidemias, pero también puso a prueba el coraje de sus habitantes cuando el rey de Castilla, Pedro I El Cruel, sitió València hasta en dos ocasiones, sin poder rendirla. Esta gesta reconcilió a los valencianos con el soberano aragonés, Pedro IV El Ceremonioso, a quien se habían enfrentado en defensa de sus fueros. La concesión a la ciudad del título de dos veces leal, representado por las dos eles (“L”) que aún pueden distinguirse en el escudo oficial, zanjó la anterior disputa.
El siglo de oro (siglo XV)
El siglo XV València experimentó una época de gran expansión económica, gracias a las actividades mercantiles, y de gran productividad artística. La notoriedad de la ciudad traspasa fronteras. A ello ayuda, sin lugar a dudas, la presencia, por primera y única vez en la historia, de dos Papas valencianos en Roma, Calixto III y Alejandro VI, que entronizaron la casa Borgia en la Santa Sede. La ciudad crece y surgen algunas de sus joyas arquitectónicas, entre las que brilla con luz propia la Lonja de la Seda, con sus incomparables columnas de giro helicoidal. También nace una entidad clave en la difusión del conocimiento como la Universitat de València.
Frente a ese periodo de luz, la siguiente centuria estará marcada por las germanías, en el que los grupos gremiales se levantaron en armas contra la nobleza. Tras unos años de resistencia y hostilidades, la derrota de este alzamiento, sofocada por las tropas reales, dará paso al virreinato en València de Germana de Foix, antigua reina consorte de Aragón. Un tiempo de represiones y ajusticiamientos que sólo se apaciguará con el perdón general otorgado por Carlos I en 1528.
Pérdida de fueros (siglo XVIII)
Sin embargo, nada resultó tan traumático para la ciudad como el desenlace de la Guerra de Sucesión, desencadenada al haber muerto Carlos II el Hechizado sin descendencia. València tomó partido por el aspirante de los Austria, el Archiduque Carlos, frente al borbónico Felipe, Duque de Anjou. La definitiva derrota de los centroeuropeos en la batalla de Almansa (25 de abril de 1707) trajo como consecuencia la ascensión al trono de Felipe V quien, en represalia por el apoyo prestado a su rival, eliminó los fueros locales mediante el Decreto de Nueva Planta. València perdió privilegios y vio perseguida su cultura.
Importantes cambios y expansión (siglo XIX)
No fue el último conflicto armado que experimentó la ciudad, asediada varias veces por las tropas napoleónicas durante la Guerra de Independencia. Las marcas de los obuses aún son visibles en las Torres de Quart, que sufrieron la artillería del Mariscal Moncey.
La ciudad crecía y necesitaba espacio para expandirse. Por ello, derribó sus murallas medievales en 1865. Una década después surge l’Eixample (ensanche), un nuevo distrito más moderno y con algún hito arquitectónico de primera magnitud, como el Mercado de Colón, joya del modernismo valenciano.
El convulso siglo XX
El siglo XX quedará marcado por la Guerra Civil, un ejercicio de demolición colectiva. La brava Valentia, de Balansiya la grande, será durante casi un año, de noviembre de 1936 a octubre de 1937, la capital de la República. En este periodo la ciudad vivió una gran efervescencia cultural y social, en una década marcada por la destrucción. La derrota del gobierno legítimo en 1939 dará paso a cuatro décadas de férreo control a manos del dictador Francisco Franco. Estos años se caracterizaron por la represión a los elementos de identidad valencianos.
20 años más tarde la crecida incontrolada del Turia inundará la ciudad en 1957, un trágico acontecimiento que cambió para siempre la ciudad de València. Del antiguo cauce nacerá el Jardín del Turia, el gran parque urbano municipal que hoy es el pulmón verde de la ciudad. Un gran parque sobre el que se alza el emblema de la València del siglo XXI.
Con la muerte de Franco, acaecida en 1975, y la aprobación de la constitución de consenso en 1978, València y todo el país comenzarán un tiempo de democracia y libertad que se extiende hasta la actualidad.